Murias es el pintor de los amarillos limpios cargados de experiencia, de los ocres dorados, de los sienas con pensamientos de oro viejo. Pinta campos con pueblos. Pueblos a la deriva entre barbechos y rastrojeras. Extensiones perdidas sin hombres y sin torres, en las que , sin embargo, intuimos un silencio y una serenidad expectantes.

Presenta Murias unos bodegones sorprendidos desde una original perspectiva, a vista de alcotán o de vencejo en vuelo raso. Frutos que se contorsionan y danzan.

ANTONIO CORRAL CASTANEDO
“El Norte de Castilla”
10 Abril, 1973. Valladolid.

Una pincelada espesa y firme, un color concertado, un expresionismo prudente de amplia temática, hacen de Murias un pintor en serio. Parece que debería ser innecesario decir que un pintor pinta en serio, pero los alegres tiempos que vive la pintura obligan a hacer esta aclaración. La seriedad es una buena base para fundamentar una obra que aspira a no morir; acometer en serio la tarea del arte es eliminar ya desde un principio esa ganga de artificios y artefactos que se le adhieren y afrontar a cuerpo limpio la pintura. Murias pinta en serio y acierta a conmover la pintura al tratarla con aplomada energía y como cosa seria.

MANUEL AUGUSTO GARCIA VIÑOLAS
“Diario Pueblo”
18 Diciembre, 1974. Madrid.

El crítico Prados de la Plaza ha definido muy bien al artista Isidro López Murias, cuando dice de él que se encuentra en esa línea expresionista donde la figuración está presente como testigo de la corrección y dominio dibujístico. Ese pleno dominio no puede despreciar las formas reales que, pese a estar interpretadas a través de una visión particular, ofrecen siempre un camino de identificación, derivado del particular conocimiento de las formas.

Se advierte con rapidez que López Murias es un maestro en ambos sentidos de la palabra. La capacidad de este artista para esquematizar convenientemente los elementos es otra de sus virtudes, dentro del ancho campo de la plástica en el que se mueve, con una soltura y con una capacidad expresiva de primerísimo orden.

CARLOS SENTI ESTEVE
“Levante”
30 Octubre, 1976, Valencia.

La naturaleza se hace austera y áspera en el paisaje de Isidro López Murias. La crudeza de estos campos pintados con una soberana entereza, produce un respeto imponente. No ha buscado el pintor los alivios del frescor del agua ni la mansa ternura de los verdes; ni siquiera parecen pintados al óleo estos paisajes, sino en seco, sin bálsamo de aceites por donde pueda resbalar un brillo. Pero en su austeridad hay una gran belleza que hace de Murias un paisajista singular en este poblado mundo de la pintura de paisaje. Y la visión de España a campo abierto ya no estará completa sin él.

MANUEL AUGUSTO GARCIA VIÑOLAS
“Pueblo”. Madrid.

Gran exposición, sin sobresaltos. bellas obras para el diletante y el buen gusto, que parecen de un viejo maestro. Sus obras han sido seleccionadas en el concurso para jóvenes de “Blanco y Negro” pero su pintura es mucho más madura, sin ninguna concesión a la estridencia, perfecto en todos los cánones, superándolos, si cabe. Realmente creemos que Murias merece ya un gran puesto en la pintura española.

Pintor serio y con mucho oficio, que no se permite ni una nota en falso, imponiéndose a sí mismo y a su facilidad una gran técnica con aparente sencillez, de amarillos limpios, ocres dorados, telas sienas con pensamientos de oro viejo en sus paisajes.

CONCHITA DE KINDELAN
“Pueblo” Madrid
17 Noviembre, 1976.

Experto en su quehacer, Murias impone en toda su labor pictórica dos notas persistentes: “gravedad” y “personalidad”, motivando en el observador una percepción de dominio y maestría imputables a este artista.

Profundidad y armonía, dureza y sensibilidad, serenidad y sencillez, son las peculiaridades que combinadas entre sí envuelven a sus óleos de cierta melancolía.

En sus obras se observa el contraste entre la fidelidad de la realidad que ve y siente, puesta de relieve en sus paisajes y el juego deliberado de su fantasía en donde con cierto aire de abstracción la figuración queda casi perdida como ocurre en sus “naturalezas muertas”.

TRINI HERMOSA
“Sur-Oeste”
Noviembre, 1976. Sevilla.

Murias va purificando sus lienzos. Unos toques de color bien meditado, unas esquirlas de materia leve, acotan los pelados espacios para definir una realidad reconcentrada y casi metafísica.

Con la seguridad y el dominio de una técnica muy depurada, desarrolla en sobriedades toda la rica incógnita de la naturaleza, el perfil oculto de su verdad.

En los bodegones el paisaje sigue alentando. Llega hasta ellos desde el exterior o se desborda desde ellos hacia el campo abierto y presentido que les protege y les rodea. Y el barroquismo de unos fondos, pone un clima de bella disgregación, inventa una atmósfera sufrida, en la composición a la vez nerviosa y equilibrada.

ANTONIO CORRAL CASTANEDO
“El Norte de Castilla”

Isidro López Murias está en el paisaje. En ese paisaje castellano que a este artista de Palencia lo ha marcado para siempre. Murias, a los dos años de hacerlo por primera vez en Sevilla, ha vuelto a la galería “Alvaro”. Allí, aunque su preparación y sentimientos nos muestre su dominio en otros géneros, su pintura, de firme y rotunda pincelada, se ofrece recia, sobria, como todos y cada uno de los rincones de esa Castilla que, con su enorme lirismo, lleva en lo más profundo de sus adentros.

MANUEL LORENTE
1976. Sevilla.

Murias: El paisaje y sus arquitecturas, sin aspavientos técnicos por fuera de lugar, las cosas en la naturalidad de su figura, así esta pintura de Murias en “Zodiaco”, de tan naturales ritmos y de tan sencillos propósitos. Y con todo, una pintura, como la de los viejos maestros del paisaje, cargada de amoroso desvelo por el prendimiento de las cosas de Naturaleza, que es sin duda su mejor ánimo y su mayor temple.

JOSE CASTRO ARINES
“Informaciones”
12 Abril, 1979. Madrid.

A Isidro López Murias se le recuerda por la severa y a la par briosa fundamentación de su pintura, que no persigue efectismos vanos ni se entrega al halago de un colorismo frivolizante, sino que intenta una penetración en los fundamentos de la muestra propuesta.

Así, el paisaje, tiene para el pintor carnadura de cosa viva, de profundo alentar. Es un paisaje, si se quiere apurar la imagen a lo “noventa y ocho”, es decir, visto en su exacto y descarnado realismo. El alma, en suma, de los pueblos quietos, de las conjunciones urbanas, coronadas de torres y la tranquilidad y pacificadora lentitud del tiempo, medido en el lastimero estrépito del balido del rebaño o en el puntual picotazo del gallo madrugador y agorero. La estética de Murias es castellana, mesetaria, de cielos altos y de tierras anchas, de colores densos y apaciguados, de apretadas sugestiones líricas.

VICTORIANO CREMER
“La Hora Leonesa”
11 Mayo, 1980. León.

Estamos ante una pintura que elude las problematizaciones artificiosas, que transcribe los “momentos” entrevistos en espacios a los que el pintor es particularmente sensible. Y lo hace bien, con lograda profesionalidad, con unos recursos cumplidos y prudentemente aplicados, huyendo de la retórica para acercarse a la lírica. De vez en cuando, una figura humana delata su pertenencia al mismo ámbito temático, o un bodegón, compacto y sencillamente dispuesto, habla también de los pequeños objetos y criaturas de ese mismo “mundo”.

En resumen, una exposición digna y seria, sin aspavientos expresivistas, referida a una realidad cercana al espíritu y levemente transfigurada por la actitud “poética” del artista.

ANTONIO GAMONEDA
“Diario de León”
8 Mayo, 1980. León

El expresionismo paisajístico de Murias, más o menos implícito en etapas de anterior proximidad, se acentúa y reviste nuevas fórmulas en la muestra de “Espín”. Expresionismo, sin embargo, sobrio y contenido en sus toques arabescazos, en un dibujo suelto e insinuante, así como en la parsimonia tonal de unas gamas que soslayan intensidades y detonancias del color. Pintura sin facundias de empaste, leve y clara pero vigorosa y elocuente a pesar de un lenguaje mantenido, por lo general, en términos de modulaciones asordinadas de los pigmentos. Colorística discreción que triunfa plenamente en paisajes de cumplido formato, en bodegones, piezas más reducidas, algunos temas de figura y restantes motivos. Todo ello bien incorporado, con indudable garbo personal y reminiscente a ratos de acentos “vallequinos”, a una temática castellana, aragonesa, riojana y de otros pagos, originalmente vertidos a dicción peculiar.

LUIS DE LAZARO URIARTE
“La Gaceta del Norte
11 Marzo, 1981. Bilbao.

Como gritando destaca su condición de dibujante excepcional. Porque el color, que muchas veces nos traiciona los ojos, no oculta esa condición, cuando el dibujo se impone como ordenador y distribuidor de las formas y proporciones precisas para una buena composición. Todos y cada uno de los cuadros expuestos destacan una composición perfecta.

En Murias el color es austero. Toda su capacidad emotiva se siente sometida a reflexión, para lograr la expresividad del sentimiento hecho impulso para la realización del cuadro. Según el motivo, Murias utiliza aquella técnica que considera más apropiada, entre las que se mueven en el ámbito de la tendencia realista. Y cada una de estas maneras de hacer, las trabaja con cuidado sumo, verdadero conocimiento del oficio y virtud creadora.

Reiteramos nuestro criterio de que nos encontramos ante un pintor con auténtica vocación y voluntad de trabajo, que aún joven, logra una obra que alcanza importantes y destacados valores estéticos y artísticos.

LAUREANO ALVAREZ MARTINEZ
“La Voz de Galicia”
9 Julio, 1981. La Coruña

Qué certeras sus pinceladas al enfrentarse a los grises. ocres, sienas, blancos, tintas que más predominan en sus paisajes. ¡Y cómo sus grafismos y esquemas lineales conforman un sistema ecuacional de perfecta armonía y acompasado ritmo!.

Nos hallamos, pues, ante un excelente artista, cuya infraestructura lineal forma base de todo el contexto cromático. Ambas cosas, línea y color, se entrecruzan o enlazan para dar como consecuencia una pintura hábilmente tratada y sin sofisticaciones subconscientes. Una pintura, en suma, generosa, plácida, acordada y melódicamente uniforme, sobre todo en cuanto a la trayectoria, de suyo figurativa y en ciertos casos no exenta de visible realismo apasionado.

MANUEL MARTIN SANTIAGO
“El Adelanto”
16 Noviembre, 1979. Salamanca

Un artista sensitivo que pretende (y lo consigue) ir más allá de las puras escenas y circunstancias, huyendo del camino fácil de la anécdota. Su arte tiene emoción y palpita en su pincelada un fuerte latido humano propio del hombre capaz de emocionarse ante el modelo, facultado para poder emocionar al contemplador. Esta combinación de buen técnico y artista sensible a la verdad circundante desemboca inmediatamente ante un concepto valiente, honesto, válido, actual, del arte. Perdura, eso sí, un sentimiento clasicista, pero es, en todo caso, un clasicismo de buena ley y factura, capaz de sacrificios necesarios cuales son el huir de los lugares comunes y de los tópicos, para llegar al logro definitivo de la obra plástica estructurada con arreglo a un lenguaje aparentemente fácil, locuaz y bien construído.

ADRIAN ESPI VALDES
“Ciudad”. 1982. Alcoy.

La pintura de Murias es dramática. No en la estridencia ni en el grito del que hicieron muestra otros pintores expresionistas; sino en el contenido tremendo de los horizontes inmensos, de las alcores y tierras tatuadas por las gredas y los soles, de las torres y casas aceradas por los siglos y los vientos, del hombre, en fin, de anatomía recia que soporta y vence inclemencias del tiempo y olvidos de los hombres.

Murias pinta todo esto. Lo que se ve y lo que se siente. Es intuitivo para plasmar y emocional para transmitir. Tiene en su mano y en su comunicación la musa de los maestros. Su dibujo es vigoroso, su visualización del motivo honda, su calidad de expresión rotunda. Ancha pincelada, con manejo generoso de la espátula y del juego cromático del color, preferentemente los tonos ocres, amarillos, grises, azules y blancos.

FELIX BUISAN CITORES
“Diario Palentino”
1983. Palencia.

Murias se encuentra ahora en un proceso de especial madurez creadora. La maestría técnica que le acompaña en su quehacer artístico desde siempre, se da por supuesta en estas últimas obras. Su pintura está centrada en un permanente juego con el color. El dibujo encuentra su base en el cromatismo y se convierte en estructura y nervio interior de la mancha, en soporte de la composición.

En este sentido, nos encontramos con la difícil sencillez de la obra bien hecha. Junto al profundo dominio del dibujo, Murias maneja una rigurosa a la par que abierta distribución del espacio, equilibrándolo con masas de color. Su concepción pictórica nos acerca a la idea de Giorgio de Chirico cuando señaló que los objetos y figuras representados en la obra de arte tienen que decir poéticamente algo que dista mucho de ser ellos mismos y tambien algo de lo que sus formas nos ocultan.

FERNANDO PONCE
“Diario de Navarra”
3 Febrero, 1984. Pamplona.

Cielo y tierra se funden en sus telas para cantar la sobriedad de ciertos parajes. Arboles, tostados en sus verdes, color de aceituna, contrastan con la tierra polvorienta, de ocres claros. La luz invade el paisaje como queriéndonos hablar el alma de la propia naturaleza.

En la serenidad de la descripción, la naturaleza y los ambientes son captados por Murias con dulzura resignada, con la certeza de captar el sentido de la vida que huye, de la luz que pasa, de los días y las estaciones del año. Murias, observa y cuenta desde los lienzos, su modo de sentir “el encuentro con la realidad” en la naturaleza de su Castilla natal.

RUIZ DE EGUINO
“Diario Vasco”
29 Abril, 1984

Castellano de nacimiento, Isidro Murias entiende el paisaje en sus dos vertientes, la apariencia externa y la intimidad que esconde debajo. De aquí que no se quede en formas y colores y recoja el ambiente particular en cada caso. Se sirve de la paleta con riqueza atemperada, sitúa los trigales castellanos, tan dorados, sobre el verde oscuro, casi pardo, del horizonte montañoso, o los rosas y rojizos de Aragón en contraste con grises.

Muy buen dibujante, conocedor de la paleta, en contrastes logrados es, ante todo, experto descubridor del espíritu de la tierra, sabe de lo diferente de cada región. Sus paisajes hablan por sí mismos del lugar de donde se tomaron. Un buen tanto para quien además conoce la técnica.

ANGEL AZPEITIA
“Aragón Exprés”
Noviembre, 1984. Zaragoza

He aquí una muestra que rompe con lo habitual, por la forma de estar tratada, por el riguroso toque constructivo (sólido en las anatomías), por el rico tratamiento de la Naturaleza, que vibra y titila en pinceladas seguras. La sabiduría, la técnica, puede endurecer y amanerar al pintor, pero no es éste el caso: Isidro Murias parece complacerse en una juventud prolongada y su rasgo (insistimos en los hermosos bodegones) es espontáneo siempre. Ha dicho Fernando Ponce que “su pincel rastrea el silencio de las preguntas; es como el leve susurro del silencio cuando éste se encarna en un hombre de campo, en una ciudad lejana, en un bodegón, un paisaje o un cuerpo de mujer”. Y si nos recuerda una determinada etapa de Cézanne ello no es un defecto, sino una fidelidad a la solidez de la forma y al riguroso concepto del color, aplicado con honestidad, con mesura, con la necesaria entonación.

JAVIER RUBIO
“ABC”
15 Enero, 1984

Pintor enmarcado por un universo pictórico de enorme honestidad y madurez, que ha sabido perdurar por encima de todo la fidelidad a sí mismo, a su entender el entorno. Y quizá sea en el paisaje donde deje plasmado con más armonía la configuración de lo que quiere decir. Los paisajes rurales son áridos, sobrios y perdidos en una inmensidad de intimidad y lirismo fundidos en una deliciosa melodía cromática trabajada con toda la gama de ocres y amarillos verdosos. La fuerza con que imprime el carácter de esa Castilla que tanto quiere y admira es incomparable con otras composiciones del autor, es un canto a la sobriedad castellana, configurada en campos de trigales, en eriales a veces , en pueblos olvidados y perdidos.

Hay algo íntimo en el pintor, algo que tira de los sentidos dejando traslucir la visión profunda de las cosas. La ejecución de su obra es de una gran profesionalidad y reflexión. Pintor de trazo grueso, realizado con firmeza y con una variada densidad expresiva. El no insinúa, él “dice”.

CONCHA LOPEZ MOSTEIRO
“5 Días”
19 Enero, 1984. Madrid

Pintura de firme trazo, de espontáneo rasgo, que se manifiesta en los bodegones, sobre todo, en los que se destaca el dominio de una técnica que nace del dibujo y que le proporciona una considerable variedad de recursos.

Pintor de caballete, directamente de la naturaleza, intuitivo, a la vez que sincero, sabe idealizar una figura femenina, de la misma forma que consigue una vibración ante una naturaleza muerta.

Sitúa el color en los límites precisos (preciosos) jugando con los amarillos, que domina, para permitir que la luz sea la que decida las formas. De nuevo Murias dejará en Bilbao el calor (y el color) de una obra tan sutil como sincera.

CARLOS BARRERA
“El Correo Español”
15 Octubre, 1985

El volumen es la base de estudio de la pintura al óleo sobre lienzo que Murias expone en la galería Rembrandt. Todo lo que aparece en sus composiciones, ya sea en bodegón, flores, paisajes, casas, , cierto que siendo casi todo volumétrico de origen, verdad es, también, que el pintor lo contempla desde esa intención de la importancia de lo corpóreo como fuerza que va estructurando el color. Así, las formas que aparecen en sus composiciones están rodeadas, aisladas, salpicadas en fondo y relieve, por líneas o puntos blancos que tanto son luz como un modo de destacarlas entre sí y sobre el espacio y, de esto, para mayor contundencia, empastando muy poco zonas del lienzo, lo que confiere el movimiento del ambiente, una claridad que fluctúa entre los tonos tostados, gríseos, que matizan otros más brillantes.

ELENA FLOREZ
“El Alcázar”
5 Febrero, 1986, Madrid

La obra clásica y sobria de este autor refleja su sensibilidad y buen gusto que busca en cada cuadro dos objetivos fundamentales, una interpretación personal de lo que está pintando con un sentido expresivo y la consecución de un resultado final que queda plásticamente bien resuelto porque según sus palabras, “no hay arte si no hay ciencia”.

Murias es un pintor profundo y sensible que en una ardua búsqueda por la simplificación hacia lo personal, representa al óleo los temas que plásticamente le emocionan y que en estricta unión con el estilo pictórico consiguen una composición fiel a la realidad y de alta factura artística.

MAIKA G. ZABAKO
“Alerta”
23 Marzo, 1990. Palencia

López Murias es un maestro de la pintura de entresiglos (XIX y XX). Domina con verdadero virtuosismo los estilos y formas de expresión que dieron arranque a las primeras vanguardias. Se puede decir que situó su trabajo en aquellos primeros pasos de la interpretación de la naturaleza con lenguaje libre, entre el fauve y el expresionismo. O sea, asumió los primeros estilos constituyentes de la dialéctica entre pensamiento y sentimiento, que han generado tanta actividad creativa a través del pasado siglo.

Murias sigue fiel a sus principios rizando el rizo del lirismo mediante la distorsión emotiva de las formas, tanto cuando utiliza el paisaje como fuente de inspiración, acercándose al fino surrealismo que aquí practicó Carmelo Bilbao Unanue, o a un cubismo de bodegón mecido por el puntillismo, donde la finura del trazo y el uso del color se subliman en un puro y bello postimpresionismo. Murias hace de su arte una doctrina específica muy personal, producto de su intelectualidad.

J. U.
“El Mundo”
8 Noviembre, 2002. Bilbao.

Murias es un pintor de impresionante técnica y variada temática. Entre sus obras encontramos espectaculares bodegones, paisajes etc. Destacan en sus cuadros el extraordinario dinamismo de las composiciones y la exactitud de sus dibujos. Vigorosas líneas resaltan acertadamente los contornos de las formas que representa y que resuelve con una afortunada paleta cromática en la que tienen especial relevancia dos colores; el azul y el amarillo.

Murias se encuentra ahora en un proceso de especial madurez creadora (dice el Profesor de Teoría e Historia del Arte, Fernando Ponce). La maestría técnica que le acompaña en su quehacer artístico desde siempre, se da por supuesta en la última época: La ha asumido hasta ese punto sin retorno en que el pintor empieza a olvidarse de ella.

M.C. SANTOS
“Diario de León”
26 Octubre, 2003. León

«LA PINTURA DE MURIAS»
Por LAURA ANTOLIN ESTEBAN
Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid.
Marzo, 2004.

El período estival deja paso al otoño, que marca el comienzo de un nuevo curso y como consecuencia de vuelta a la rutina, a los quehaceres diarios, a los estudios. Pero, además, el inicio del otoño supone el retomar el desarrollo de las actividades culturales de muy diversa índole que quedan aletargadas durante el verano. Precisamente una de esas actividades permitirán la vuelta del pintor Isidro López Murias a Palencia.

Nacido en Tetuán en el año 1939, vive su infancia y adolescencia en la capital palentina que se convierte en testigo de sus juegos infantiles y de sus primeros pasos en el mundo del arte.

En Palencia realiza sus primeros estudios en la Escuela de Artes y Oficios durante los años 1952-1955. Una vez concluidos, abandona esta ciudad iniciando así un peregrinaje que le va a llevar por diferentes comunidades, la primera Madrid. Allí realiza estudios en la Escuela Nacional de Artes Gráficas, formación que completa con las frecuentes visitas al Círculo de Bellas Artes. Estas experiencias le sirven para preparar el examen de ingreso en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, que se hace efectivo en 1959, prolongándose su estancia en el citado centro hasta el año 1964.

Tras estos estudios y otros que sigue en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid durante cinco años, se traslada a Valencia al obtener en 1970 la Cátedra de Dibujo Artístico en la Escuela de Artes de dicha ciudad.

En el año 1982, se traslada a Pamplona, ciudad en la que reside en la actualidad. En 1989 es nombrado Doctor en Bellas Artes por la Facultad de Valencia, por su investigación sobre “La pintura de Vicente Berdusán”. En Pamplona compagina su tarea como docente con su comparecencia a exposiciones tanto individuales como colectivas. La mayor parte de estas muestras tienen lugar en las zonas de Cantabria, País Vasco y Castilla y dentro de esta región, Palencia ocupa un lugar especial.

Pese a residir en otros lugares, Murias ha tenido siempre presente a Palencia, ciudad a la que ha regresado en diversas ocasiones. La última tuvo lugar en el año 2002, en la Sala de Caja España, donde del 2 al 15 de Diciembre se pudo contemplar una antológica en la que se ofrecía una selección de sus mejores obras. El espectador pudo con dicha muestra hacerse una idea de la evolución experimentada en el trabajo de este pintor desde sus primeras a sus últimas creaciones.

Como complemento a su última comparecencia en la ciudad, se presenta esta actual exposición en la Sala de Caja Duero de la calle Mayor, en la que del 5 al 20 de Octubre, el espectador tendrá la oportunidad de enfrentarse a la reciente producción de Murias.

La obra del pintor palentino se estructura en torno a tres motivos fundamentales, el bodegón, el paisaje y la figura humana. Estos temas que se encuentran presentes desde sus primeros cuadros, nos van a servir como punto de partida con los que analizar los sucesivos cambios que se han observado en su pintura. Con estas pautas se intentará que el espectador comprenda mejor la obra de Murias.

Los bodegones y el paisaje han sido sin duda los motivos que más peso han tenido en la producción de este autor y en los que se han manifestado los cambios más radicales.

Así, las naturalezas muertas en las que Murias trabaja durante los años setenta y ochenta, ofrecen numerosos puntos en común con la concepción clásica de este tema. Desde el punto de vista compositivo cada uno de los bodegones aparece conformado por frutas, pescados, objetos de metal, de barro, dispuestos sobre una mesa a menudo cubierta por un mantel de vistosos diseños.

También su vinculación con la tradición queda patente al recrearse en mostrar la carnosidad de las frutas, la transparencia de los objetos de cristal e incluso los reflejos y matices obtenidos en los utensilios de barro y metal.

Partiendo de estas premisas, el autor palentino es capaz de sacar el mejor partido posible de un tema a priori poco novedoso y del que da la impresión de haberse dicho todo en la historia del arte. Sin embargo, los argumentos que Murias esgrime para convencer al espectador se materializan en la forma de presentar los objetos, sobre un soporte ligeramente inclinado y elevado, dando la impresión de que fueran a proyectarse sobre el espectador.

No obstante, la metamorfosis más radical observada en este tipo de cuadros tiene lugar a finales de la década de los noventa. Momento en que el pintor palentino introduce una ruptura en la disposición clásica de los elementos, en virtud a la existencia de un rigor geométrico que se ha impuesto en la concepción de cada uno de los elementos representados como vasijas, frutas, recipientes de cristal, entre otros. Asimismo se observa un abandono del interés decorativo que había estado presente en sus anteriores versiones, por una interpretación más abstracta de los fondos.

Además, la libertad que Murias ha defendido tener a la hora de enfrentarse a las naturalezas muertas adquiere mayor relevancia en sus interpretaciones actuales debido a ofrecer objetos imposibles que no tienen ninguna utilidad práctica pero que se revelan de una gran importancia plástica para su autor.

Una evolución similar se puede aplicar a la concepción del paisaje. Desde el principio, Murias se ha mostrado muy interesado en reflejar retazos de su tierra palentina. Manifestándose una doble orientación, por un lado la presencia de vistas urbanas centradas fundamentalmente en la reproducción de edificios emblemáticos de Palencia como la Diputación o la Catedral. Y por otro estampas rurales concentradas en casas de pueblos o vistas de las gentes sencillas trabajando la tierra. Será este interés por el entorno castellano el que nos resulte más interesante al analizar los cambios que Murias ha ido introduciendo.

Hasta la década de los noventa, Murias se ha centrado en ofrecer unas estampas castellanas caracterizadas por la presencia de horizontes amplios que se encuentran marcados por cadenas montañosas que tienden a extenderse de forma infinita. Del mismo modo se debe reconocer la presencia de una gama cromática limitada a base de ocres y tierras, con los que intentar reflejar la sensación de austeridad y aspereza que se manifiesta en unas tierras caracterizadas por la existencia de unos cielos quemados por el sol. De esta forma Murias conectaría con la interpretación que sobre este tema han hecho otros autores de la tierra anteriores a él.

No obstante, en estos cuadros observamos, del mismo modo que con los bodegones, su deseo de aportar originalidad con la existencia de una serie de curvas que conforman los perfiles de las tierras y casas de Castilla, junto a las formas de remolino que adoptan las nubes que pueblan los cielos. Un aspecto que se incorpora de forma automática en sus cuadros, hasta el punto de convertirse en una seña de identidad de su autor.

Estos rasgos que he apuntado para el paisaje, se acentúan aún más en la década de los noventa, donde los perfiles de los campos y pueblos se vuelven más geométricos, unido al deseo de ofrecer unos paisajes desnudos, sin elementos accesorios, simplemente centrarse en los desniveles del terreno y poder ofrecer de esta forma interesantes efectos de luces y sombras.

Con respecto a la figura humana, ésta ha ejercido en la mayor parte de los casos un papel secundario en la pintura de Murias, aunque no por ello menos importante. La hemos encontrado como complemento de los bodegones, reflejado por ejemplo en una pareja que brinda ante una mesa repleta de viandas. En otros casos se nos ha ofrecido un grado más intimista centrado en la imagen de una mujer que es sorprendida en una actitud cotidiana en el interior de su hogar. Pero también ha sido utilizada como objeto de estudio con el que analizar el desnudo y sobre todo conocer el perfecto funcionamiento del cuerpo humano. Puesto que según el propio autor, la representación del cuerpo conlleva el conocimiento de diversos aspectos como el mecanismo anatómico, la estructura corporal, el movimiento, el carácter del individuo o el cromatismo del cuerpo humano, que junto al correcto dominio de las diversas técnicas pictóricas garanticen un cierto éxito en su representación.

En este tema llama la atención el método de trabajo seguido por Murias, comenzando por dibujos sencillos realizados a tinta en los que estudia tanto las formas como el movimiento de los personajes, elementos que tiene muy en cuenta para su posterior plasmación en el lienzo.

Con todo lo expuesto se puede concluir que las obras recientes de Isidro López Murias reflejan el hecho de que cada uno de los temas tratados han desembocado en un mismo camino. Esto es debido a un proceso de selección y eliminación. El artista elimina aquellos elementos que resultan innecesarios y superfluos para quedarse con lo que realmente le interesa, la esencia del objeto, el paisaje o la figura. Debido a que Murias considera la superficie pictórica como un ente orgánico en el que el artista ejerce como caprichoso creador moldeando a su antojo cada uno de los elementos que tiene a su alcance hasta obtener una obra perfectamente equilibrada y armoniosa.

Esta actitud tiene mucho que ver con el oficio de pintor conseguido a través de los años, reflejado en el caso de Murias en una disciplina académica adquirida por su experiencia como docente que implica un amplio conocimiento de la técnica. Una técnica que según él, para resultar efectiva debe aplicarse con sensibilidad, solo así se demostrará que la actividad del artista no quede reducida a una mecánica reproducción de la realidad. Ser capaz de observarla, seleccionar lo que se considere más apropiado y transformarla.

Y en esa transformación adquiere un papel destacado el que el pintor tienda cada vez más a desechar los modelos físicos y reales, para centrarse en modelos que surgen en su mente consiguiendo una reinterpretación del mundo real.

Podríamos decir que Murias ha llegado a un punto donde consigue centrarse en un tipo de obra que le reporta mayores satisfacciones como artista. En el que el tema es considerado como una mera anécdota debido a que adquiere una mayor importancia la investigación de las posibilidades que la técnica y el color le pueden aportar como medios con los que enriquecer su pintura.