Isidro López Murias y la realidad trascendida

FERNANDO PONCE, Profesor de Universidad y critico de Arte.

Valorando desde nuestra perspectiva la totalidad de la obra realizada por Murias hasta hoy, hay que decir que estamos ante una pintura que no se ha dejado arrastrar por las modas al uso. Sus cuadros pueden verse ahora y podrán verse en el futuro con la misma emoción.

Después de considerar los vaivenes de algunos de los últimos movimientos artísticos, la palpable nota de fugacidad que contienen, esta pintura nos devuelve a una de las grandes direcciones del arte, la recreación de la realidad.

Técnica y cromatismo.– Isidro Murias se encuentra ahora en un proceso de especial madurez creadora. La maestría técnica que le acompaña en su quehacer artístico desde siempre, se da por supuesta en su última época. La ha asumido hasta ese punto sin retorno en que el pintor empieza a olvidarse de ella. Forma ya parte de su personalidad y es sólo un instrumento impulsor de la inspiración. Lo mejor que puede ocurrir a la técnica pictórica, como en este caso, es que no se note. Murias la maneja sin darse cuenta, como habla o respira; ha entrado a formar parte de su personalidad y ni el mismo pintor la cuestiona o se la plantea.

Pero el proceso de maduración a que me refiero apunta sobre todo a los condicionantes que mueven su inspiración pictórica, a los contenidos de sus obras y al modo de plantearse y resolver los problemas creadores. Murias ha dejado libre el pincel en los paisajes; lo ha ajustado en los bodegones; ha penetrado en lo más hondo de las figuras, encendiendo tonos, reflejos, matizando gamas. Cada tema tiene su tratamiento dentro de esta trilogía genérica (paisajes, bodegones, figuras) en las que abunda el artista.

La pintura de Murias está centrada en un permanente juego con el color. El dibujo encuentra su base en el cromatismo y se convierte en estructura y nervio interior de la mancha, en soporte de la composición. Verdes en toda su expresión de matices; rojos apagados o a punto de violencia, siempre embridados; naranjas encendidos; tierras, ocres y sienas donde palpitan la vida y la humanidad, captando en ellas emociones intensas y contenidas. El volumen y el espacio los resuelve a través del color; la forma y el perfil, ajustados por el dibujo preciso, confirman a un pintor que ha hecho de cada pincelada una metáfora de luz y un latido de humanidad.

En este sentido, nos encontramos con la difícil sencillez de la obra bien hecha. Junto al profundo dominio del dibujo, Murias maneja una rigurosa a la par que abierta distribución del espacio, equilibrándolo con masas de color. Su concepción pictórica nos acerca a la idea de Giorgio de Chirico cuando señaló que los objetos y figuras representados en la obra de arte tienen que decir poéticamente algo que dista mucho de ser ellos mismos y también algo de lo que sus formas nos ocultan.

En Murias nos encontramos siempre frente a la realidad, pero se trata de una realidad trascendida, estremecida por la sugerencia, profundizada por la confrontación con ella misma y, como una consecuencia, por la revelación de los aspectos ocultos que contiene. En los choques que se producen se encuentra un mundo poéticamente sentido y que se orienta hacia más allá del perfil concreto de las cosas. Murias capta la realidad para devolvérnosla, como digo, trascendida. En el fondo lo que encontramos es una visión de la vida y del mundo, un sentido de la condición humana expresada en todos los matices del color, en la fuerza creadora, en el equilibrio pictórico y en el sabio tratamiento de la luz.

Significación y sensibilidad.– Reúne como muy pocos el conocimiento de la técnica con la inspiración y la sensibilidad. Armónico y sensible, la obra de Murias está vinculada a la sencillez del trazo y a la profundización. La consecuencia es un realismo trascendido, rigurosamente actual, pero que tiene clavadas las raíces en la mejor tradición del paisajismo español.

Con respecto a su significación, esta pintura es como un camino que se adentra en la infinitud de la realidad. Quizá sin darse entera cuenta de ello, ya que el artista trabaja fundamentalmente con la intuición, sus telas últimas se encuentran dentro de un proceso artístico, pero también vital, que está intentando recuperar el arte de la pintura a través de la investigación de los complejos y múltiples aspectos que presentan la naturaleza y la realidad. Se trata de descubrir de nuevo estas viejas diosas, de redescubrirlas desde la óptica actual, despejando sus incógnitas, el complejo y complicado mundo que tenemos delante y que sólo la intuición del artista puede aclarar y desvelar.

En esta tendencia, iluminada por grandes artistas tan de ahora mismo, se encuentra Murias. Su pincel rastrea el silencio de las preguntas; es como el leve susurro del silencio cuando éste se encarna en un hombre del campo, en una ciudad lejana, en un bodegón, un paisaje o un cuerpo de mujer. La suya en una pintura del sentimiento y del sentido, sensitiva y sensualizada, sin efectismos pasajeros: elimina lo superfluo y se hinca en la esencia misma de la realidad. En el fondo, traspasada de temblores, en la pintura de Murias alienta una dimensión filosófica del mundo.

Y esta dimensión la explora continuamente con su pincel, recorriendo los objetos, las tierras, las casas, por el rostro del hombre, en el latido de un paisaje, por los campos y los pueblos donde hace latir la humanidad en la cal, con su vocación de pureza.

En una de sus vertientes, Murias recoge el silencio de la quietud; en otras, el sol de Castilla y la luz del Mediterráneo. La unidad de ellas hace que sea la eternidad lo que gotea por sus cuadros, los anchos horizontes del alma humana, los trigales del corazón, enhiestos sobre la ternura de la tierra. Es la suya una pintura de reflexiones. Sin embargo, traspasada, como un agua oculta, por la emoción, con atemperadas gamas cromáticas en las que crepita un volcán de experiencias íntimas, fundiendo la inspiración y la técnica.

Siendo tan sugerente la pintura de Murias, por razones de espacio no puedo detenerme en el análisis de su ejemplar sentido de la composición, en la densidad del color, en ese dibujo suyo que forma la estructura ósea del cromatismo, situándolo sabiamente en sus justos límites. Murias es siempre sutil y delicado para graduar el color en sus distintos tonos, en la resolución del color a través y en combinación con planos, para que sea la luz la que configure las formas. Quiero decir que está en posesión de un lenguaje plástico que, empleando amarillos, grises, gamas ocres, sienas, composición, pintura de verdad, intuiciones y sensibilidad, se encuentra auscultando el futuro para dárnoslo concretado y vivo en sus más significativos y esenciales aspectos.

Se trata, pues, de una pintura por la que ese juez implacable que es el tiempo va a pasar potenciando sus hallazgos y recordándonos dónde se encuentra una de las bases más fecundas del arte.

FERNANDO PONCE
Profesor de Universidad y critico de Arte.